
Los viñedos centenarios vienen a ser como las personas mayores: han vivido todo tipo de vicisitudes, de modo que no dejan de ser supervivientes, guardan nuestra memoria y, según la vida que hayan tenido, exhibirán mejor o peor salud a estas alturas. La comparación viene a cuento tras la charla que han mantenido tres expertos en la reciente Barcelona Wine Week, cuyo ‘leitmotiv’ son las viñas antiguas, a propósito del cambio climático. ¿Se adaptan mejor por haber resistido tantos años?
Al respecto se han pronunciado Sara Pérez (bióloga, enóloga y viticultora responsable de las bodegas Mas Martinet -DOC Priorat- y Venus La Universal -DO Montsant-), Iñigo Torres (Ingeniero Agrónomo y máster en Gestión Medioambiental de Empresas Agroalimentarias que dirige la asociación Grupo de Empresas Vinícolas de Rioja) y José Ramon Lissarrague (doctor Ingeniero Agrónomo, profesor de viticultura de la Universidad Politécnica de Madrid y consultor de empresas, bodegas y organismos vitivinícolas).
Y se han apresurado a derribar tópicos porque, como ha avanzado Lissarrague, «no hay unanimidad ni verdad absoluta». No son mucho más resistentes al cambio climático por el hecho de haber vivido tanto (han recordado que muchísimas han muerto tras largas sequías), no son menos productivas (según en qué climas y suelos pueden dar mucha uva) ni sus racimos son de mayor calidad («quizá los vinos de viñas centenarias tengan algo más de complejidad», dice Pérez sin ánimo de generalizar). Depende de tantas circunstancias…
«La edad no es un valor decisivo a nivel de calidad del vino que pueden dar, sino por su riqueza genética, paisajística, histórica, social, cultural… ¡El tiempo ha pasado a través de ellos!», enumera Lissarrague. «Forman parte de nuestra vida y paisaje. Han vivido por circunstancias muy difíciles y han resistido. Eso es un valor», concluye.
Hay más, y no menos importantes. «Nos pueden enseñar mucho -cuenta Pérez-. Por ejemplo, a plantar pensando en lo que nos viene encima a nivel climático para que un día sean viñedos viejos. Porque una de las cosas a tener en cuenta es escoger bien el suelo; si la raíz puede explorar la raíz abajo o no. Y plantearse si dejar más espacio entre las cepas para que no compitan con la poca agua que cae». La enóloga también alude al «patrimonio» que significa su diversidad genética.
Es que son especiales, ni mejores ni peores», afirma Torres, más centrado en la parte del negocio. «Y eso hay que saber transmitirlo al mercado porque el negocio del vino en el futuro irá de valor. La gente está dispuesta a pagar más aunque compre menos». Y ahí, según él, debe entrar en juego los viñedos centenarios», que pueden mezclar sensibilidad y beneficio económico.
(elperiodico.com)