Las llamas que destruyen historia y cultura del campo chileno

Parece una eterna repetición: siempre los más perjudicados son los pequeños, pues casi nunca cuentan con recursos suficientes para hacer frente a emergencias. Y en el caso de los incendios que todavía siguen destruyendo, los viñateros pequeños han visto parte o en su totalidad la destrucción de parras más que centenarias calcinadas por el fuego.

De tradición vitivinícola que se remonta varios siglos atrás, la zona de Cauquenes es una de las más afectadas en este sentido. Pequeños viñedos de uva País, principalmente, con más de 150 años de historia, han sido parcial o totalmente destruidos por los incendios, además de bodegas, viviendas y otras instalaciones aledañas.

Además de Cauquenes, también se han quemado viñedos históricos en otras zonas del Maule y Colchagua, y tal vez se sumarán muchos más con el pasar de los días, cuando ya se tenga una visión más clara del inmenso desastre.

Al impacto emocional de ver sus campos quemados, así como el golpe económico que eso significa, pues estos pequeños productores viven de lo que producen en sus predios a pequeña escala, se suma el gran e irreparable impacto a su capital mayor: esas parras más que centenarias que son testigos de la historia de nuestro país y que desaparecen para siempre sin posibilidad de ser recuperadas, como sí lo son otros cultivos y los objetos materiales.

Es realmente penoso ver las imágenes de estas centenarias parras totalmente calcinadas, pues la pérdida es total y nunca más se podrá contar con esas uvas y esos vinos que encierran tanta historia. El drama para los pequeños viñateros afectados es si seguirán en el rubro o dejarán una tradición de varias generaciones, o si permanecerán en los campos o aceptarán ofertas de compra de sus tierras de las propias empresas forestales en cuyos monocultivos de pinos y eucaliptos comenzaron los incendios. Es una paradoja.

La emergencia todavía está activa, con muchos focos de incendios que destruyen esos nefastos monocultivos y propagándose a campos de pequeños agricultores o a pueblos, como es el caso en Name, Sauzal y Empedrado, al norte de la ciudad de Cauquenes.

Los habitantes de esas zonas han sido evacuados preventivamente, pues el fuego está muy cerca de ellos, y por las circunstancias de temperatura y viento, en cualquier momento las llamas pueden dirigirse a esas zonas habitadas.

Los recursos para combatir estos gigantescos incendios en una inmensa zona territorial del centro-sur del país no dan abasto, y se escuchan muchas quejas y protestas contra el Estado que, sin duda, no tiene los recursos necesarios para enfrentar este tipo de emergencias y de tal magnitud.

Pero la otra paradoja es que las quejas van contra el propio Estado que ha subsidiado por cuatro décadas a las empresas forestales con hasta 75% de sus inversiones, empresas de grupos empresariales en donde se origina la gran mayoría de los incendios.

Es paradójico, porque durante cuatro décadas el Estado no ha exigido de las empresas forestales sistemas de prevención de incendios eficaces y tampoco hay exigencias de contar con medios potentes y adecuados para combatir incendios, en la proporción de sus cientos de miles de hectáreas de monocultivos de los que son propietarios.

¿Por qué el Estado (todos los chilenos), además de subsidiar a las empresas forestales tiene que hacerse cargo de los daños causados por incendios que en su gran mayoría se originan en los predios de esas mismas compañías? No hay legislación al respecto, solamente el DL 701, vigente desde 1974, y que ha permitido que el Estado de Chile haya entregado a las forestales centenas de millones de dólares en los últimos 40 años prácticamente sin ninguna exigencia, como por ejemplo, planes de prevención efectivos y realistas contra incendios, o seguros que cubran daños a terceros.

De manera equivocada se le atribuye al Estado la tarea y deber de combatir los incendios forestales, cuando deberían ser las propias forestales las que se hicieran responsables de los siniestros y de las consecuencias y daños que ocasionen a terceros.

Pero, paradójicamente, es el propio Estado que no se ha encargado de establecer estas responsabilidades a las empresas forestales. Al final llegamos a lo mismo: los más perjudicados son los pequeños productores agrícolas que ven cómo su cultura e historia de vida rural va siendo destruida, así como las centenarias parras de uva País, los campesinos con su puñado de hectáreas que han cultivado por generaciones, van sucumbiendo a la destrucción de incendios y a la presión de empresas como las forestales que van cada vez más extendiendo sus monocultivos de pinos y eucaliptos, empujando a las nuevas generaciones a las zonas urbanas y despoblando los campos chilenos.

(fotos de Viña San Clemente, Tabolguén, Cauquenes)

(todovinos.cl – Alejandro Tumayan)