Efectos del cambio climático en la producción de vino en Chile

El vino es quizás una de las bebidas más importantes en las mesas chilenas. Botellas que han acompañado cenas y momentos importantes, sabores que quedan en la memoria y también en las buenas cifras de su consumo, considerando que en 2021 generó una producción mundial cercana a los 25 mil millones de litros. Datos de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), situaron a Chile como el mayor productor de la región, llegando a 13 mil millones de litros, siendo el volumen más alto registrado en 20 años, incluso incrementando en un 30 por ciento su nivel frente a 2020.

Sin embargo, la producción de la uva, el ingrediente vital de este brebaje fermentado, está viendo las consecuencias del cambio climático. El aumento de la temperatura del planeta altera las condiciones en las que crece la fruta hasta llegar a modificar los métodos actuales en viticultura.

Lo primero que menciona Andrea Sepúlveda, directora de la carrera de Ingeniería en Energía y Sustentabilidad Ambiental de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de la Universidad San Sebastián (USS), es que el impacto del aumento de las temperaturas para la industria no es nuevo, recordando las secuelas que el ascenso de las mismas provocó en los compuestos de las uvas antes que este tema global estuviera en la agenda de los gobiernos.

“Ya se veía venir un cambio importante por la migración cada vez más al sur que han sufrido los cultivos”, relata Sepúlveda frente al posible destino de la tradición vitivinícola en nuestro país, que posee grandes plantaciones en la zona céntrica, en los valles que producen diversas cepas, contando con las condiciones óptimas para alcanzar una serie de conjunciones que dan al vino chileno su renombre.

La académica indica que hay varias enfermedades que estaban confinadas a algo particular, pero que hoy se están viendo con mucha más fuerza que en otras épocas producto de estas condiciones irregulares.

“Lo que hace la planta es estrangularse a sí misma al tener poca agua, cerrando ciertos conductos de su estructura para consumir menos líquido”, ejemplifica, dando cuenta que una planta fértil podría disminuir su producción en hasta un 50 por ciento. Así, el color, su sabor, hasta su graduación alcohólica también podrían variar, llevando a quienes trabajan en la industria a adelantar procesos establecidos para contar con la uva de calidad que se necesita.

Por otro lado, frente a la falta de agua en los valles, que están recibiendo mucho más calor que hasta hace algunas décadas; está la aparición de vitivinícolas en zonas que antes parecía impensado que podían tener producción. Sin ir más lejos, el mismo desierto de Atacama está llegando hasta la Región de Coquimbo, dando cuenta de las razones de algunos productores de mirar hacia el sur.

Ante esto, la académica USS agrega: “En la zona central, valle del Elqui, Maipo o Curicó han visto de cerca este dilema, llevando los cultivos más hacia el sur”. Sepúlveda insiste en que la crisis climática amenaza los cultivos, dada la vinculación al clima de la vid, pensando que actualmente se calcula que hay entre siete a 11 mil variedades de especies entre los cinco continentes.

De cara a 2050, diversos estudios indican que existirá entre un 25 por ciento a un 75 por ciento de disminución de la superficie cultivada de no existir cambios en el corto plazo. Andrea Sepúlveda relata que esto va a variar dependiendo del lugar y donde exista una mayor escasez hídrica se verá un efecto directo en la producción y plantación. “Va a ser un sector muy explotado, como también crítico para poder seguir produciendo al nivel en que lo hace Chile”, manifiesta.

El tiempo de adaptación de un cultivo es muy largo y considerar que los períodos a los que está acostumbrada la industria tiene una conexión directa con el desarrollo de la producción y la vitalidad de las cepas, lleva a pensar a la académica que la industria debe ver en la innovación su ruta para adaptarse, de la mano del trabajo cooperativo entre el sector, considerando a productores de todos los tamaños.

“Los grandes actores tienen posibilidades económicas para mirar hacia otros lados. En cambio, aquellos productores pequeños, que a duras penas tienen sus terrenos, probablemente van a ser los más afectados”, afirma Sepúlveda y concluye: “Es indispensable que esta adaptación tecnológica vaya de la mano de personas bien preparadas en soluciones e investigación en cambio climático, como la que entregamos en la USS. La sostenibilidad de esta industria pasa por un vínculo estrecho con la ciencia, incluyendo la posibilidad de generar nuevas cepas que se adapten mejor a climas más cálidos y secos”.
(ipsuss.cl/latercera.cl)