La ruta del vino más larga del mundo: 1.300 km Chile y Argentina

El recorrido pretende revivir la hazaña que significó en la Época de la Conquista el cruce de Los Andes y el patrimonio que genera la industria vitivinícola. El proyecto cuenta con el apoyo de diversas organizaciones, entre ellas, 170 viñas de la región de Coquimbo en Chile, y las provincias argentinas de San Juan, LaRioja, Catamarca y Santiago del Estero.

Un recorrido enoturístico, que atraviesa paisajes conmovedores y de un desconocido patrimonio histórico-cultural a través de 1.300 kms entre la región de Coquimbo y cuatro provincias de Argentina, es el que promueve un grupo de organizaciones de ambos países para dar vida a la “ruta del vino más larga del mundo”.

El proyecto se basa en diversos antecedentes históricos que recorren la historia del vino de ambas naciones, rescatando antecedentes que muestran los orígenes de la viticultura en Chile, Argentina y el Cono Sur.

Durante la época de la Conquista española, Francisco de Aguirre y el clérigo Juan Cidrón, conectaron los oceános Pacífico y Atlántico mediante una ruta comercial.

Eso dio vida a las primeras ciudades y también generó un próspero intercambio comercial, tecnológico y cultural que con el correr del tiempo no solo llevarían la vid, vino y alcoholes desde la región de Coquimbo a Argentina y el Alto Perú (Potosí), sino también crearían una sorprendente entramado de caminos, diversidad cultural en torno a la agricultura, la ganadería, el arte, la minería, la religión y el turismo.

Luego de una larga investigación, en 2018 comenzaron acercamientos entre profesionales chilenos y la Subsecretaría de Turismo de Santiago del Estero.

Rápidamente el proyecto tomó fuerza y se unieron gremios turísticos (Cámara de Turismo región de Coquimbo, Inprotur, Organización Mundial del EnoTurismo), universidades (Santo Tomás) e instituciones estatales (Corporación Regional de Desarrollo Productivo, Municipalidad de La Serena y Sernatur). Además, a la fecha se embarcaron en la iniciativa 170 bodegas de vino de los dos países.

El objetivo es poder recrear esa tavesía, hecha primero por españoles e

indígenas, y mantenida viva hoy por arrieros y aventureros, a través del Elqui, cruzando el paso de Agua Negra y luego en lo profundo de las cuatro provincias argentinas de San Juan, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero.

Atracciones hay muchas, no solo en la visita a las viñas, sino también iglesias, molinos, alambiques, acequias, caminos, terrazas, ciudadelas y fortalezas indígenas, sorprendentes paisajes naturales, un amplio patrimonio histórico, arquitectónico y cultural asociado a esta industria.

Cristóbal Vergara, ingeniero en turismo de la empresa TEMBETA, explica que la ruta “trae una oportunidad que hoy, el 2020, hace posible algo tan difícil en su momento. Esas dificultades de hace 470 años atrás vamos a poder revivirlas. Esta ruta se convertirá en una experiencia única en la vida y atracción imperdible que contará con información de avanzada en torno al patrimonio, los servicios turísticos, productos típicos y lo más importante: los grandes vinos y atracciones enogastronómicas que existen en la ruta y alrededor de esta”.

Existe ya la idea de que los Estados puedan realizar una postulación conjunta para declarar el recorrido como Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO. Sin embargo, aún se requiere una serie de procesos, y varios años, antes de concretarlo.

De hecho, el presidente de la Organización Mundial de EnoTurismo, José Antonio Vidal, señala que “la iniciativa se adecúa a lo que OMET entiende como Ruta (inclusión de más de un país), desarrolla la colaboración público-privada y contempla la coopetitividad, la investigación académica, la innovación y la sostenibilidad como sus ejes esenciales”.

Por ahora, el proyecto es impulsado y difundido por diversos medios. De hecho, se realizó un seminario respecto al tema y una serie de webinars denominados “Los Viajes de la Vid y el Vino” entregan detalles sobre este inédito atractivo turístico.

Manuel Schneider, gerente de la CRDP, explica que “el tema de la ruta del vino, más allá de la integración que podamos tener con Argentina, que siempre es positiva, somos una región turística y tenemos que ir generando mayor contenido para el turismo. No se trata solo de sol y playa, y ello significa oportunidades para desarrollar turismo cultural, patrimonial y también con la idea de valorar nuestra tierra, como que el vino chileno tuvo su origen acá”.

El historiador y doctor en Estudios Latinoamericanos de la USACH, Pablo Lacoste, dice respecto del proyecto que “tenemos viñas patrimoniales que se distinguen de las del centro de Argentina y del centro de Chile. También la presencia fuerte de pequeños viticultores, no vamos a tener los grandes paños de cultivo de las empresas concentradas en la zona central de los dos paisajes. Y tenemos paisajes culturales homogéneos con arquitectura en tierra cruda, pircas y tapiales, patrimonio religioso que se ha mantenido bastante bien, una cultura del arriero y del ganado menor”.
(CRDPCq)