Macron, un aliado del vino y de la vitivinicultura francesa

El nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, es el político democrático moderno con mejor conocimiento y más genuina dedicación al vino que llega al poder, pues no sólo ha dado pruebas fehacientes de su afición, que no es la del primerizo, sometiéndose con éxito a una cata a ciegas organizada por una revista del sector, sino que ya demostró como ministro de Economía que es capaz de romper una lanza por la vitivinicultura francesa.

En efecto, Macron fue en 2015 el primero que logró debilitar la famosa Ley Évin que prohíbe radicalmente en Francia toda publicidad del alcohol, vino incluido, al lograr colar de rondón en su Ley Macron que reformaba las prácticas comerciales la autorización de la publicidad del enoturismo, lo cual ha supuesto un gran respiro para cientos de bodegas que cuentan con esa actividad para mantenerse. Y lo logró pese a la oposición radical de su colega la ministra de Sanidad, Marisol Touraine: el sector médico francés está entre los más duros y viejos enemigos del vino.

La revista que citábamos, ‘Terre de Vins’, entrevistó a Macron en diciembre y le sometió a esa cata que aceptaron (con menos éxito) también otros candidatos: identificó bien un blanco AOC Bordeaux Supérieur y un rosado de Coteaux d’Aix-en-Provence, y patinó muy levemente al situar un Château Pape-Clément 2005 en Pauillac en vez de en Pessac-Léognan.

Macron se declara favorable al mantenimiento de la OCM y la PAC en la Unión Europea -no quiere meras ayudas por hectárea cultivada- y quiere lograr acuerdos arancelarios con grandes países consumidores como China que igualen la ventaja que ahora tienen allí, por ejemplo los vinos chilenos. Propugna la ayuda al desarrollo de la viticultura sostenible y la ecológica. Y cree que el vino y la gastronomía son valores culturales y comerciales únicos para Francia.

Nacido en Amiens, en el norte de Francia, Macron es hijo de genuinos aficionados al vino y nieto de otros entusiastas, que le enseñaron que «el vino tinto es un antioxidante». Tuvo la suerte de trabajar para el Banco Rothschild, cuyos intereses en Burdeos son conocidos (Lafite, Mouton, Clarke), aunque subraya que «desgraciadamente, no bebíamos Lafite todos los días». Allí trabó amistad con el responsable de la sección de inversiones vinícolas del blanco, Alexis Weil, «con quien hicimos algunas exploraciones interesantes, sobre todo por Chablis…».

Afirmaba entonces: «El vino es el alma de Francia». Y recordaba su papel en la literatura de Voltaire, de Rabelais o de Balzac.

Concluía Macron: «La viticultura irriga nuestro territorio. Hemos hablado de Burdeos, Borgoña y el Ródano, pero también podemos citar Alsacia, el Loira, el Languedoc, el Jura, y otras regiones más… El vino permite vivir en sociedad. Cuando vemos la historia de la cocina francesa, con relación al vino éste ha ido ocupando un lugar cada vez más importante. Se ha reafirmado. Y a la vez se ha sofisticado: con él se descubren sensaciones y aromas, nos abrimos al paladar y a los demás. El vino suscita el diálogo. Es como una quintaesencia, y ésa es una de las especialidades de la cultura francesa».
(FrancePresse/elmundovino)